viernes, 1 de junio de 2012

Ahora sí: ¡Tigres con garras!





    Pocos esperaban una victoria tan contundente de Ciego de Ávila sobre Industriales en el play off de la recién concluida Serie Nacional de Béisbol. Aunque de ese triunfo sí estaban seguros los jugadores de los Tigres y Roger Machado, el mentor que siempre dijo que este año iba a ser diferente.

Es cierto que el terreno dice la última palabra, pero la historia pesa y cuando los Tigres iniciaron el play off frente a los azules no pocos pensaron en el embrujo de que siempre perdían el bueno.

No era descabellado presagiar que las dos victorias en el estadio Latinoamericano podría ser solo un amago; pero no, fue el zarpazo del cual los leones jamás pudieron recuperarse, a pesar de que algunos piensen que otra hubiera sido la historia si el receptor Lisbán Correa no comete los dos passed balls que sepultaron la esperanza azul en el primer juego.

Tampoco debemos demeritar el triunfo (4-3) de los Leones en el tercer partido, en el José Ramón Cepero, porque Yorelvis Charles tiró ¿a quién? en el quinto episodio y permitió una anotación, o porque Yoelvis Fiss envió la Mizuno 200 desviada y anotó Rudy Reyes en un corrido suicida; o porque en la oncena entrada Rusney Castillo lanzó perfecto al plato, Lisdey Díaz no retuvo la pelota y Juan Carlos Torriente entró con la carrera decisiva. Todo es parte de la magia dentro de un estadio.

Lo cierto es que estos Tigres crecieron. No son los mismos de años atrás y se han convertido en un conjunto con madurez competitiva que superó los traumas de otras temporadas.

Cuando aún los avileños no tenían tanta fuerza, el primer papel de victimario correspondió a Camagüey (¿recuerdan el famoso juego del 29 de marzo de 1998, que perdieron los avileños dos carreras a tres?), después a Santiago de Cuba y Villa Clara, hasta que el 25 de abril del 2006 Lázaro Santana puso punto y aparte a una cadena que se extendió a nueve derrotas seguidas en play off.

Siempre hubo una explicación, un por qué ante el fracaso, desde un fallido squeeze play que todavía recuerdo con encono, hasta lo que muchos denominaron "El Síndrome Naranja", en tanto en reiteradas ocasiones los villaclareños impedían el avance.

El maleficio mayor que superó esta generación, que resurgió justo en el momento que más lo necesitaban sus seguidores, fue haber vencido a Villa Clara en la pasada Serie de Oro, con un Vladimir García inmenso, capaz de ganar un juego memorable, ¡tres! a Granma y otro a Pinar del Río. Fue entonces que comenzaron a ser Tigres con garras.

Y lo escribo, porque ahora es fácil decir otra cosa, pero previo a aquella victoria una carrera por cero ante las huestes de Eduardo Martín, hacía tres años y cuatro días que no le ganaban dos juegos seguidos a los villaclareños.

Luego de pasar sobre ese "síndrome", los Tigres se descubrieron a sí mismos y en lo adelante fueron un equipo de mayor abolengo, diferente, más concentrado en el juego diario. Esa es la realidad y por eso hoy acarician el trono.

Las victorias no son huérfanas y en los deportes colectivos casi siempre dependen de varias figuras. Además de Vladimir, qué decir de Yander Guevara; de Osmar Carrero y Lázaro Santana, que hicieron recordar a sus padres; de Mayito Vega, el que jamás se rinde; de Isaac Martínez, siempre peligroso madero en ristre; de Yorelvis, el único con doble corona (también fue campeón nacional juvenil); de Rusney Castillo, el pelotero silencioso de talento desbordado; de Yoelvis Fiss, el que parecía que no, pero sí; de Bordón, quién entró a la gloria sin proponérselo¼ En fin, todos, hasta los que dieron aliento desde el banco.

A Roger Machado y su cuerpo de dirección esta vez casi todo les salió bien, con la evaluación oportuna de los errores, el análisis del contrario de turno, de los aciertos y desaciertos. Ningún otro mentor avileño ha cumplido como él. Por eso ya es dueño del trono. Y como el vencedor no da explicaciones¼ ganaron el campeonato que le debían a sus seguidores y se debían ellos mismos.

ORTELIO GONZÁLEZ MARTÍNEZ

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