jueves, 7 de junio de 2012

Acostarse adolescente y amanecer adult




                 Una responsabilidad les caía casi de golpe sobre los hombros, y con esta aparecían sacrificios, dejaciones y emociones cautivantes para toda la vida. Así se recuerda el nacimiento del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Doménech

Eran casi unos adolescentes. Estaban comenzando a crecer y ya un hecho los marcaba para siempre. Por estos días acuden los recuerdos, las emociones, los rostros de la primera graduación, y tantos momentos vividos por aquellos maestros que integraron el núcleo fundacional del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech.

Fue durante la clausura del II Congreso de la UJC, el 4 de abril de 1972, que Fidel hizo el llamamiento a los jóvenes estudiantes de preuniversitario. Los instaba a formar parte de este movimiento para prepararse como educadores y así resolver uno de los más difíciles problemas en el desarrollo de la educación cubana.

Los miembros del Destacamento hicieron posible que la Revolución cumpliera el principio de que todo adolescente siguiera estudiando después del sexto grado, y de que ninguno, fuese de las montañas o de los campos, se quedara sin su secundaria, a pesar de la enorme explosión de matrícula en esos años.

De los primeros

Lourdes Báez Arbezú tuvo el privilegio de ser de los primeros 400 jóvenes de décimo grado que respondieron afirmativamente cuando aquel 19 de mayo de 1972 se fundó el Destacamento. Las emociones y la nostalgia invaden su rostro evocando la fecha.

«Estuve en una gran disyuntiva. No pensaba ser maestra. Pero el deber convocó, y por encima de los intereses personales era preciso responder al reclamo del momento. Me decidí, firmé el compromiso y asumí el reto para que los jóvenes que pasaban de Primaria a Secundaria tuvieran profesores.

«Ese gesto me marcó para toda la vida. No me arrepiento y me siento muy realizada. Combinamos el estudio con el trabajo, lo que permitió que nos formáramos en la escuela y para la escuela. Mis profesores fueron ejemplo y me transmitieron la necesidad de la superación constante y de la investigación».

Desde su graduación Lourdes trabaja en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, de la capital. Es profesora auxiliar y directora docente metodológica de la Vicerrectoría de Pregrado. Asevera que la profesión requiere de mucho sacrificio, amor y esfuerzo.

«Todos sabemos lo que es un maestro. Tenemos que superar dudas, tabúes y malos entendidos con relación a las carreras pedagógicas. Profundizar en lo que significa un profesor, cuáles son sus tareas y la satisfacción que uno siente al ver a sus estudiantes. Eso nos permitirá acercar más a los jóvenes a la profesión.

«Todo el tiempo y en el lugar que estés eres maestro, no solo los 45 minutos del turno de clases. Es una carrera que tiene mucha recompensa, sobre todo cuando al pasar de los años te encuentras con tus educandos y te dicen: “Usted fue mi profesor”. Cómo olvidar esa frase que tantas veces me ha acompañado.

«Los educadores tenemos la misión de garantizar que los jóvenes que han abrazado el magisterio emprendan su labor con el mismo entusiasmo, dedicación y entrega con que hace 40 años nos incorporamos nosotros», dice con lágrimas en sus ojos por el recuerdo de aquellos años.

Vocación por el magisterio

«Fue un alto honor y un orgullo haber integrado el Destacamento y estar desde entonces educando a las nuevas generaciones», dice convencida de su labor Andrea Reyes Miranda, quien integró el II Contingente y comenzó en los ajetreos de la carrera en la escuela secundaria básica José Martí, de Artemisa.

«Aquellos fueron tiempos difíciles. Tuvimos que formar a otros jóvenes casi de la misma edad y combinar nuestro desempeño como maestros con los estudios de la carrera. Pero aprendí mucho en cada jornada y poco a poco fue naciendo la vocación, esa que me atrapó para toda la vida».

Su amor por el magisterio nunca salió de su corazón, ni cuando aquella intervención quirúrgica amenazaba su voz para el futuro. «Estaba en el primer año. Padecía de la garganta y tenía nódulos en las cuerdas vocales; perdí la voz y me internaron en el hospital Salvador Allende. Luego de la operación el médico me dio un certificado porque no podía continuar la profesión.

«En aquel entonces tenía solo 16 años. No entregué el certificado a mis padres. Me emocionó muchísimo un grupo de estudiantes que no esperaba, de la ESBEC XX Aniversario, donde trabajaba, que fueron a verme al hospital. Cuando los vi decidí no abandonar jamás la carrera».

Andrea asegura que esa expresión fue el grano de arena que la motivó a seguir siendo maestra. «No era realmente mi carrera, nunca pensé en ella. Pero con los años me enamoré de la profesión, y mientras tenga fuerza seguiré entregando lo mejor de mí para formar a los nuevos profesionales que el país necesita.

«El ejemplo de Manuel Ascunce debe guiar a quienes se interesan por el magisterio, porque él fue un joven de su tiempo, lleno de alegría y sueños, y en el momento más difícil de su vida respondió : Yo soy el maestro».

Tres meses inolvidables

Sus palabras dibujan aquellas jornadas en que como integrante del II Contingente escribió una de las páginas más hermosas y necesarias de la educación. Y es que René González Sheweret, uno de nuestros Cinco Héroes, estuvo entre quienes se unieron a este revolucionador proyecto pedagógico.

La historia la recordó en respuesta a un mensaje que le llegó a través de la Red de Universidades en solidaridad con su causa y la de sus hermanos antiterroristas prisioneros en cárceles de Estados Unidos.

La ESBEC República Socialista de Rumania, a unos cuatro kilómetros después de Alquízar, en la provincia de Artemisa, lo acogió como uno de sus docentes. Allí impartió clases de Física a séptimo grado entre septiembre y diciembre de 1973. Mas una misión tan importante como esa, el servicio militar, le señaló otros rumbos.

«Fueron tres meses de una intensidad que nunca antes había experimentado en mis entonces 17 años. Me incorporé con un grupo de mis coetáneos imbuido de un entusiasmo casi heroico, con una disposición a hacer cualquier cosa sin pedir nada a cambio, que fue signo de la época.

«En aquellos fugaces meses enseñé un poco de Física, pero aprendí de la vida mucho más. Aquella responsabilidad, caída casi de golpe sobre mis hombros, fue como si me hubiera acostado a dormir adolescente y hubiera despertado adulto a la mañana siguiente», afirmó.

Como tantos otros jóvenes de su tiempo René tuvo que madurar aprisa a causa de la responsabilidad que le tocó asumir, pero no perdió la energía, el vigor y la frescura, porque «fueron tres meses inolvidables, cargados de muchas satisfacciones.

«Descubrí una vocación por la enseñanza que aún me acompaña. Mi autoestima creció. Al término de aquellos meses era otro. Y esa maduración —se podría decir que al carburo— fructificó de inmediato una vez que salí de mi ESBEC a enfrentar otras experiencias».

Herederos de una tradición

Quienes ahora siguen esa tradición magisterial continúan comprometidos con la calidad de la educación cubana.  Así lo aseguró Yosvany Montano Garrido, estudiante de segundo año de la carrera de Marxismo-Leninismo e Historia, de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Rafael María de Mendive, en Pinar del Río.

«Significa muchísimo estar acompañado de quienes ayer hicieron sacrificios y dejaciones para integrar el Destacamento, y sobre todo en los momentos actuales, en los que los jóvenes asumimos desafíos diferentes para encaminar la educación por la excelencia.

«Los que hoy nos formamos para desempeñar la más humana de las profesiones tenemos la encomienda de asumir las tareas de manera diferente, en correspondencia con los objetivos que el país está trazando. En esto tenemos mucha responsabilidad como generación actual».

Yosvany apuntó que los más veteranos del Destacamento fueron los iniciadores de una historia que constantemente se multiplica y fortalece. «Si hace poco más de cuatro décadas, jóvenes como ellos, y aun de mucha menos edad, dijeron sí, nosotros lo haremos también.

«Los que hemos tenido el enorme privilegio de continuar su legado, lo hemos hecho sin olvidar cada frase, mirada y enseñanza de Fidel, convencidos de que en el nuevo ejército de maestros tiene la sociedad los paradigmas más cercanos».
Yuniel Labacena Romero
digital@juventudrebelde.cu


No hay comentarios:

Publicar un comentario