jueves, 2 de mayo de 2013

Cuba es una conga





Las síncopas y los tambores se suben al cuerpo y comienzan a devorarlo. África toda, venida en barco negrero, le pone electricidad al músculo y los pies son huracán rebelde, mientras la fiesta, como una fiebre, va subiendo indetenible.

Así son los desfiles por el Primero de Mayo. Cuba toda es una conga. Un ritmo tan autóctono no puede faltar entre la multitud. Esta vez, en Ciego de Ávila, a falta de una había una decena que, convertida en epidemia sonora, desbordaba a la gente por las calles a punto de celebrar su día.

"¡Pa'llá, tumbadores...! ¡pa'llá!"

La identidad del cubano y la cubana saltan como fuego y fragua en fecha tan significativa. Pica al más pinto de la paloma y no deja a nadie indiferente. La Isla es un carnaval sobre el mar Caribe. La conga arrastra, entre consigna y consigna por un socialismo sostenible, a los desanimados, a los lentos, a los meditabundos, a los incrédulos y los enrosca, y los enreda, entre sus olas humanas para llevárselos irremediablemente consigo para encenderles el alma.

¿Quién que haya nacido en Cuba no siente ese arebato interior cuando el tambor se descuera bajo las manos? ¿Quién puede estar ajeno ante tanto escándalo divino, frente a esa furia festiva que nos alumbra los más recónditos rincones del espíritu?

El desfile ya es historia, una vez más, de quienes, de verdad, deciden su destino. A lo lejos, todavía, siento aquella desafinada voz de un sudoroso negro que, blandiendo su pañuelo rojo en forma de círculo, y con sus desafiantes ojos provocándome a que me dejara arrastrar por la conga, cámara en mano, gritaba a todo galillo: "Si tú pasas por mi casa/ y si ves a mi mujer/ tú le dices que hoy no me espere/ que yo con todo el pueblo/¡ me voy a echar un pie...!"
José Aurelio Paz

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