Pero alejados de todas las suposiciones (tristemente ciertas para muchos) esta mañana se impuso una verdad: marginamos gente, mientras condenamos su orientación sexual. Declaramos sin querer que el amor al otro merece disimulos, reparos y, paradójicamente, condenamos a quienes se niegan al engaño y terminan excluidos, exhibiendo su intimidad como cartera de presentación en un mundo que los ha obligado a visualizarse después de arraigadas negativas.
Hoy, en un día simbólico donde la lucha contra la homofobia es una marcha, un cartel, una bandera, una pose... unos se fueron a desfilar. Otros, expectantes, seguían sin comprender que la libertad no entiende de sexo ni orientaciones. Presos andaban de prejuicios.




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