miércoles, 6 de marzo de 2013

¡Gracias Chávez!

 

“Hay golpes en la vida tan fuertes”, le escucho decir a una mujer, ante la pérdida irreparable del hermano venezolano. Quizás ignora que sus palabras ya fueron dichas por el poeta Vallejo. Es que de la vida y la muerte siempre se escribe, pero la última nos deja indefensos.
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Mientras más observo la noticia, menos me conformó, tantas veces le vi victorioso, que creí que la muerte no lo elegiría, porque él era el elegido eterno de su pueblo.

Ante su partida el dolor es seco y lacerante. Hoy a millones de patriotas se nos estruja algo muy adentro. Cómo prescindir de su risa sincera, sus poemas y canciones, los sentidos discursos de ideas claras y precisas.

Aún recuerdo a aquel venezolano enjuto bajando la escalerilla del avión un día de diciembre de 1994, para fundirse en un abrazo con Fidel, el abrazo intenso de dos titanes que se multiplicó en proyectos sociales y perennes luchas antiimperialistas. ¿Cómo será el dolor de Fidel? He escuchado que los padres no entierran a sus hijos.

De sus tantas visitas a Cuba, recuerdo con alegría la transmisión de su popular programa radial Aló Presidente desde la ciudad de Santa Clara.

El lugar escogido fue el Memorial donde descasan los restos del Guerrillero Heroico. Corría el año 2007. En aquella oportunidad, como era común en él, jaraneó con Fidel y Ramiro Valdés, y dialogó con las masas sobre proyectos comunes de desarrollo para nuestra región. Chávez era un gran pedagogo revolucionario.

Salió de un barrio humilde, y nunca dejó de ser humilde y de barrio. Y eso molestaba a sus enemigos, porque se valió del poder para ayudar y construir, no para destruir y robar.

Su carisma y espontaneidad le ganó el cariño de todos. Cuando el intento de Golpe de Estado en el 2002, en Cuba nadie durmió hasta su arribo definitivo al Palacio de Miraflores.

Nunca olvidaré su viaje a la sufrida nación de Haití. Una multitud acompañó la caravana gritando su nombre, que enloqueció cuando el hijo de Doña Elena se apeó del auto y comenzó a correr junto a ellos. Así era él, el pueblo lo oxigenaba.

Chávez es la esencia misma del combatiente revolucionario: pasión y ternura para los suyos, y ni un  ápice al enemigo, como advirtiera el Che. Supo cantarle las 40 al Imperialismo, y sus palabras siempre se arroparon de acciones. Integración y unidad del continente fueron premisas de su vida. Retomó los sueños de Bolívar y Martí, y cobraron cuerpo desde su impronta.

Duele la pérdida, pero Hugo nos mostró el camino. Aún enfermo su voz era vigorosa, lo vimos navegar Venezuela sobre un mar de pueblo, ese mismo que le rescató una vez para ya nunca más dejarle ir. Ahora nos toca dignificar su muerte en cada obra nuestra. Y agradecer a la vida, porque si bien hombres como Chávez brotan de vez en cuando, fertilizan la tierra, para germinar en millones.
arnaldo.mirabal

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