viernes, 3 de octubre de 2014

Cuando los héroes visten batas blancas

Brigada médica
Esa noche cumplían años. No sé cuántos, a esa hora parecía una nimiedad caer en la trampa de los años que se acumulan uno a uno, sin parar. En pocos minutos estarían partiendo quizás al último lugar al que muchos quisieran ir. En la pista del aeropuerto internacional José Martí se alistaba el IL-96, la nave que los llevaría sin escalas hasta Sierra Leona.
Eran los doctores Eldys Rodríguez y Roberto Ponce, quienes justo antes de salir a la pista recién mojada por un aguacero, recibieron el “cumpleaños feliz” de más de un centenar de profesionales de la Salud cubana. Esos que dijeron sí de un tirón, cuando les preguntaron su disposición para sanar en África. Cómo iban a dar otra respuesta, si desde que se sentaron por primera vez en un aula de la facultad médica les enseñaron a amar el don de salvar vidas.
El doctor Rodríguez había acabado de abrazar a su familia. Los dejo tranquilos —dice—, “convencidos de la necesidad de mi partida. Este es el momento histórico que me tocó vivir. Ahora mismo, con el avión a punto de salir, me embargan sentimientos de alegría, de nostalgia, sentimientos por mi Revolución, por salir adelante, por evitar que esta enfermedad se siga propagando, por evitar que llegue hasta mi país. Esta es otra prueba que me pone la vida, justo el día en que cumplo años, ese debe ser un buen augurio”.
Perdone que le pregunte, ¿siente miedo?
“No, solo precaución”, me contesta y luce feliz.
A su lado está Roberto Ponce, un hombre alto, seguro, que ha dedicado también su vida a la Medicina. Es especialista en Medicina General Integral, además enfermero intensivista, con un diplomado en Cuidados In­tensivos, también una maestría en Ciencias Médicas. Definitivamente Sierra Leona contará con los mejores especialistas para salvarse del ébola.
Sospecho que Ponce tiene sobre sus hombros más de una heroicidad. Y así es: “Estuve en Sri Lanka, cuando el tsunami del 2004; y desde el 2005 al 2007 trabajé en Lesoto, al sur de África. Así que esta es mi tercera vez”. Ahora regresa al continente africano, como él mismo reconoce, “esta misión será difícil”. Pero se le ve tranquilo. La preparación recibida en las semanas anteriores le ha dado todas las armas para la precaución. Increíblemente, tiene otra confesión que hacerme:
“No le temo a las enfermedades, más le temo al avión que está allá afuera”. Entonces intento calcular la talla de esos hombres, héroes de carne y hueso, con glorias vividas, con otras por vivir, con nostalgias, alegrías, temores; hombres que han decidido dedicar su vida a otros, aun poniendo en riesgo las suyas.
A cada uno de ellos el Presidente cubano Raúl Castro Ruz les dio un apretón de manos; les deseó buen viaje, un pronto regreso; les dijo que se cuidaran; les dio todo el ánimo antes de subir al avión. En reciprocidad, ellos le pidieron que confiara en la Brigada; que le diera un abrazo al Comandante en Jefe; algunos se pararon en firme frente al General de Ejército; otros se pusieron la mano en el corazón…
Así se despidió de Cuba el equipo de 165 colaboradores internacionalistas, integrado por 63 médicos y los 102 enfermeros, provenientes de todas las provincias del país, con más 15 años de experiencia práctica. De ellos, el 81,2 % ha cumplido misión en otras oportunidades.
Así dijeron adiós por un tiempo a la Patria, para hacer valer allí, donde más se les necesita, el hecho incuestionable de que Cuba no da lo que le sobra, si no lo mejor que tiene, el bien más preciado: sus hijos, sus héroes de batas blancas.

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