Me
bastaron un par de horas de recorrido por nuestra ciudad para encontrar
la razón que hoy motiva este comentario. El sabor de un febrero que
corre despiadado hasta su amanecer 14 puede apreciarse en cada rincón
del terruño.
Tiendas
abarrotadas siempre infértiles a las exigencias, bolsillos que en no
pocos casos serán condenados a cadena perpetua. Multitudes que barren
las calles en busca de un obsequio ideal para regalar a la persona
amada.
Es
que ya casi se vuelve una tradición el tan nombrado regalo del 14 de
febrero, que pude ir desde el famoso cliché de la caja de bombones hasta
los apasionados por la última fragancia de Channel.
Y
sin ánimos de quitar las etiquetas al amor pues esta reportera también
ha sido víctima de la infertilidad del comercio y los bolsillos
condenados, les propongo reflexionar si hacemos regalos por el propio
sentido que encierra ese día o por una costumbre que asumimos
acríticamente, sin reparos, arraigada a la propia cultura de la especie.
Aunque
muchos no estén de acuerdo, si bien es cierto que son todos los días
del año ideales para demostrar nuestras esencias, tampoco podemos
censurar las cenas románticas y los obsequios que llegan cada febrero
para agregar un poco de aderezo a cualquier relación sentimental.
Mas,
valdría la pena también poner el alma a esos detalles materiales que
sin importar su precio, muchas veces cavan más hondo cuando se acompañan
de palabras, miradas, sentires.
Que
sea febrero el mes escogido para esta celebración no es más que otro
azar de la historia, la grandeza del amor va más allá de un sitio en el
calendario, depende de nuestros deseos y voluntades para conservarlo.
http://www.radiosurco.icrt.cu/en/16-noticias/sociedad/4580-catorce-de-febrero-entre-esencias-y-etiquetas
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