Justo el día en que arribaba a los 49
años, Gerardo Hernández Nordelo hizo llegar a La Colmenita el regalo por
su cumpleaños: una guitarra eléctrica
Dicen que Gerardo “está en todas”. Desde
Victorville, California, allá en la prisión estadounidense de máxima
seguridad, no se le escapa una. Y lo mismo está al habla con Francis del
Río, que con los muchachos de la delegación al Festival Mundial de la
Juventud, que mandando bates a los peloteros cubanos, o escribiendo una
carta para cualquier niño del país.
Y así, con esa manía de estar pendiente
porque Cuba toda es su vida, justo el 4 de junio, día en que llegaba al
cumpleaños 49, tan preso co¬mo hace 16 años, le regaló a La Col-menita
una guitarra eléctrica. Por¬que aun cuando la prisión ha pretendido
robarle todo, incluso el cariño de los cumpleaños, la algarabía de los
regalos, el asombro de las sorpresas; su aniversario es tiempo bue¬no
para hacerle saber a los demás, a los suyos, que está bien y que no se
le agotan los ánimos.
“¿Se imaginan, un regalo para no¬sotros
precisamente por su cumpleaños?” pregunta aún sorprendido Carlos Alberto
Cremata, el Tin de La Colmenita. “Estábamos en la sede del Instituto
Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), en medio de la fiesta que le
habían armado al ‘Gera’ y a Ramón, con cake, velas, canciones… y hasta
René había estado tocando la tumbadora”. De repente, sigue narrando Tin,
llegó casi corriendo un compañero del Ministerio de Relaciones
Exteriores diciendo que Gerardo estaba llamando insistentemente para
saber si su regalo había llegado a tiempo. Y allí estaba, dentro de una
maleta negra, la guitarra mágica del “Gera”.
Con ella venía la carta que lo explicaba
todo. Estaba firmada por Bill Ryan y su esposa Nora, los mismos seres
que tantos puentes han tendido entre el Héroe y Cuba. “El cuerpo de la
guitarra está hecho de nogal negro, la misma madera que Gerardo y yo
usamos para hacer nuestros primeros símbolos en madera de ‘los Cinco’.
Además la historia de la madera de la guitarra está muy relacionada con
Gerardo. El árbol original estaba en la granja de la familia de Nora, mi
esposa. Su papá taló, ese árbol, en junio de 1965, el año en que nació
Gerardo”.
Y continúa la carta para La Col¬menita:
“Después de aserrar la ma¬dera, el padre de Nora la guardó en su
granero. Allí estuvo hasta agosto de 1998, cuando la madre de Nora me
llamó para preguntar si me la llevaría. Como sabes, eso fue,
exactamente, un mes antes del arresto de los Cinco. Gerardo y yo
acordamos que la madera está unida a él de cierta forma… y creemos
incluso, que pueda jugar algún papel en su regreso a casa”.
Ahora la guitarra tiene un nuevo hogar.
“Será como un símbolo que estará junto a nosotros en todas las
funciones. Lo importante no solo será que la gente espere a La
Col-menita en escena, sino también a la guitarra de Gerardo, que nos
acompañará siempre. Adonde vaya La Colmenita irán los Cinco con ella.
Será una buena manera para que la gente se interese por el tema, para
que hablemos sobre ellos con los que nos pregunten por esa guitarra sui
géneris. Y quien sabe si cuando Gerardo vuelva pueda tocarla con
nosotros en la escena”.
Mientras ese tiempo llega, cuatro niñas
se preparan para tocar el instrumento especial y montan la primera
canción. Es Cuba va, el esperanzador tema de Silvio, Pablo y Noel. De
alguna manera pareciera que el “Gera” los acompaña, les tararea, les
asegura: “puede que algún machete se enrede en la maleza, puede que
algunas noches las estrellas no quieran salir. Puede que con los brazos
haya que abrir la selva, pero a pesar de los pesares, como sea, Cuba
va”.
Entonces a uno no le queda más op¬ción
que, como al final de Abra¬cadabra, aquella obra que desmitificó a los
Cinco y nos los devolvió como héroes de a pie, volvernos a preguntar una
y otra vez porque cada minuto cuenta: “¿Y ahora, qué otra cosa podemos
hacer?” Por lo pronto, cada vez que esa guitarra mueva sus cuerdas,
ellos estarán más cerca de casa.
(Tomado de Granma)
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