Eusebio Leal confiesa que lo ha visto superar los límites de la fatiga
para aplicarse a persuadir, convencer y modelar a discípulos capaces de
continuar la obra. “Le he visto reír y conmoverse hasta el límite, y, en
alguna que otra ocasión, esbozar un rictus de amargura ante la
decepción de no haber logrado un objetivo. Sobre un hombre de similar
estirpe hablamos. Otros requerirán títulos y conocimientos, pero él no
los necesita. Basta decir: ¡Fidel!”.
“Si la lealtad tuviera nombre de persona, se llamaría Fidel, que es lo
que quiere decir su nombre en latin: fidelis, o sea, fiel”.
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