Fidel ejerce su voto en las elecciones del 19 de abril de 2015. Foto: Alex Castro/ Sitio Fidel Soldado de las Ideas
Las elecciones en Cuba son un ejercicio de democracia con amplia participación popular que establece el derecho constitucional de cada ciudadano.
Uno de los principios fundamentales de estos comicios, es la participación de todo el pueblo, de manera directa o indirecta, en todos los pasos de su desarrollo, desde el establecimiento de su condición como elector, pasando a la nominación de candidatos en asambleas de la comunidad, el sufragio voluntario y secreto del elector, hasta la verificación oficial de los votos alcanzados por cada propuesto.
De ahí el compromiso a asumir como electores ese acto cívico, democrático y participativo y nominar a quienes tendrán la misión de llevar adelante el perfeccionamiento del Poder Popular en el camino hacia el futuro escogido por el pueblo.
Sobre este tema Fidel Castro dijo, en un discurso pronunciado en conmemoración del Día Internacional del Trabajo, en la Plaza Cívica, el 1ro. de mayo de 1960:
“El voto es el derecho que tenemos los revolucionarios a exigirnos, a pedirnos; el derecho que tenemos los patriotas a exigirnos, a pedirnos algo, pero por una razón profunda, y debemos hacerlo así, y nos sentiríamos más felices de que lo hiciéramos así: que nadie lo hiciera como un acto de disciplina, sino que todo el que lo haga, lo haga como un acto de conciencia; que todo el que lo haga, no lo haga como quien cumple con una consigna, sino como quien cumple con una estrategia revolucionaria”.
El próximo 11 de marzo será otro día histórico para Cuba, fecha de elecciones generales, de participación popular y democracia.
Elegir los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular y delegados a las provinciales será mucho más que una acción, constituirá la selección de quienes representarán los intereses del pueblo, debatirán y trazarán políticas para seguir construyendo una sociedad mejor.
Sobre este proceso democrático, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en el Discurso pronunciado en la segunda reunión de trabajo con los candidatos a diputados a la Asamblea Nacional y delegados a la Asamblea Provincial del Poder Popular de Ciudad de La Habana el 20 de febrero de 1993, reflexionaba sobre cómo se llegó al actual proceso electoral para elegir a nuestros diputados y los delegados a las Asambleas Provinciales:
A nosotros nos preocupaban determinados principios. En primer lugar, que no se introdujera la politiquería en nuestro proceso electoral, que no se introdujeran la guerra, la competencia, la lucha por el voto, la demagogia, la corrupción de nuestros cuadros, de nuestros candidatos, la hipocresía, la mentira. Cómo evitar eso creíamos que lo habíamos logrado en la Ley Electoral, y eso es lo que explica la diferencia entre el sistema de elección de los delegados en la circunscripción y el sistema de elección de los delegados a la provincia y de los diputados a la Asamblea Nacional.
A decir verdad, en una buena parte del tiempo la preocupación nuestra se centraba en la elección de los diputados a la Asamblea Nacional y fue, precisamente, cuando se aceptó el principio de su elección directa y secreta, cuando también se toma la decisión de aplicar el mismo sistema para los delegados a la asamblea provincial; porque todavía había dudas de si estos podían ser elegidos en una elección de segundo grado. Y llegamos a la conclusión de incluirlos también en el mismo principio, pero al inicio no se pensaba tanto en eso como en la Asamblea Nacional.
Por eso estas ideas se debatieron bastante en la reunión de la Asamblea Nacional para discutir la Ley Electoral, qué hacer, cómo hacerlo, entre las muchísimas variantes que podían presentarse; cómo evitamos la división, la guerra, la politiquería en nuestras elecciones.
De ahí surgió la fórmula que estamos aplicando, y era tan sencillo como darle al ciudadano no el derecho a un voto, sino el derecho a tantos votos como candidatos en su municipio o distrito; le dábamos más votos, no le dábamos uno. El podía hacer el uso que estimara conveniente de esos votos, podía votar por uno, por dos, por todos o por ninguno —esto lo he repetido varias veces y hay que seguirlo repitiendo, no solo para que lo comprendamos nosotros, mientras mejor lo comprendamos nosotros mejor, sino también para ayudar a que lo comprendan todos, y cuando lo comprendan todos los ciudadanos de este país es útil repetirlo para que lo comprendan los ciudadanos de otros países, tan acostumbrados a otro sistema que se les puede hacer difícil entender el nuestro, aunque se quedan boquiabiertos cuando se les habla de ello—; se les daban a los ciudadanos tantos votos como candidatos había, pero se establecía un requisito, un requisito duro, un requisito difícil de verdad, y es que había que sacar más de la mitad de los votos válidos. Es decir que cualquiera de esos delegados a la provincia, cualquier diputado tenía que sacar más de la mitad de los votos válidos; creo que establecer ese requisito le puso la tapa al pomo, pudiéramos decir, al carácter democrático de nuestro sistema.
Destacaba en esa ocasiòn el Comandante en Jefe, de manera particular, el hecho distintivo de nuestro Parlamento de tener la presencia de los líderes de barrio, los delegados del Poder Popular en la base:
Se han hecho evidentes muchas cosas en este proceso y una de ellas es esa, que tenemos muchas cosas en nuestro sistema que no existen ni pueden existir en otros.
En los países capitalistas con sus monstruosas desigualdades ni soñarlo, porque un hombre de base no tiene oportunidad de estar en el Parlamento o de estar en el Senado. El equivalente a un concejal, como he puesto de ejemplo otras veces, no podía estar en el Parlamento, no tenía ninguna oportunidad; o el alcalde del municipio, equivalente a nuestro presidente de la asamblea municipal, no tenía oportunidad de estar allí.
Se hizo evidente que en ningún Parlamento del mundo hay tanta gente de base como en nuestro Parlamento, gente modesta y humilde que está directamente en contacto con las masas, directamente en contacto con el pueblo
Al hablar de la presencia en las candidaturas de representantes de los diferentes sectores, Fidel apuntaba:
¿Cómo se concebía una Asamblea Nacional sin representación de los estudiantes que constituyen millones de personas en este país? ¿Cómo podíamos hacer una Asamblea Nacional sin investigadores, que son decenas de miles en este país, que están desempeñando un papel decisivo en esta batalla y que poseen un gran talento, si no son conocidos? ¿Cómo podíamos hacerla si no son conocidos los innovadores, o no son conocidos otros muchos de nuestros valiosos candidatos a diputados? ¿Cómo podíamos hacer una asamblea verdaderamente representativa sin ellos? ¿Cómo podíamos lograrlo solo a partir de la biografía y siendo, además, preciosistas, superexigentes para elegir al candidato?
No voy a hablar, porque lo he dicho muchas veces, acerca del excelente proceso de selección. Las comisiones de candidatura eran indispensables y las comisiones de candidatura, integradas por las organizaciones de masa, venían a desempeñar, a nivel de la provincia y de la nación, parte importante en el principio de que el pueblo postula y el pueblo elige. No era el Partido.
En aquella ocasión histórica de 1993, Fidel culminó su intervención con un llamado patriótico y revolucionario que tiene plena vigencia para este 11 de marzo:
Nuestro pueblo conoció la independencia, conoció la libertad, conoció la dignidad, conoció la igualdad, conoció la justicia; esta justicia que tanto estamos defendiendo ahora en estas elecciones; esta justicia que aplicamos cuando luchamos porque cualquier mujer u hombre digno y honesto de nuestro pueblo pueda ser diputado, pueda ser delegado; esta justicia que defendemos cuando vemos a nuestros candidatos que se mueven en familia, que no son millonarios, que no son ricos, que no son dueños de centrales azucareros, que no son casatenientes, que no son grandes industriales, grandes comerciantes.
Eso lo percibe nuestro pueblo cuando ve allí a todos estos candidatos, y no puede decir: “Aquí hay un malversador, aquí hay un ladrón, aquí hay alguien que se ha hecho rico con el dinero del pueblo.” Gente modesta, gente humilde, gente trabajadora, es lo que ve el pueblo en esos candidatos que lo visitan, y ve a unos apoyando a los otros como hermanos, y eso le tiene que admirar.
Ellos saben que esa es la Revolución, ellos saben que eso es fruto de la igualdad de la Revolución, por la cual desaparecieron hace rato todas las formas de discriminación por razones de raza o de sexo, o de pobreza, como hemos dicho muchas veces, porque el pobre era atrozmente discriminado en nuestro país. Y creo que ese razonamiento que han hecho los compañeros aquí, explicando la reacción del pueblo, es muy correcto.
Yo había sacado la misma conclusión: cuando un pueblo tiene el privilegio de conocer esos valores, no se resigna a vivir sin ellos; cuando un pueblo dejó de ser explotado, cuando un pueblo dejó de ser esclavizado, no se resigna a volver a ser esclavo
[…]
No tenemos derecho a descansar mientras falte un voto que conquistar, mientras falte una inteligencia por persuadir, mientras falte un punto por aclarar. ¡Al pie del cañón hasta el último minuto, hasta el último segundo! Ese tiene que ser nuestro método, ese tiene que ser nuestro estilo para obtener no una simple victoria, sino una victoria enérgica y contundente, ¡un sí por Cuba, por la patria y por la Revolución que resuene en todos los rincones del mundo!
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